La inmensa mayoría de los gobernantes del mundo son puestos en el poder por los grandes intereses oligárquicos que dirigen el mundo.
No hay alternativas.
Para ser elegido como un candidato para el poder de un país, tienen que ser un hombre o mujer aprobado por la oligarquía mundial que dirige el mundo y/o las Américas, de lo contrario no es nadie de lo contrario no llegará a nada.
Los pueblos del mundo, las masas de cualquier país, siempre, pero siempre son incapaces de determinar quien es el mejor o que es lo que más les conviene.
Los pueblos rara vez saben que es lo que les conviene ni cuales son los gobernantes que les convienen para que los dirijan.
Pero, además, el juego político siempre se conforma para que no importe quien sale en las elecciones, cualquiera que salga tiene que ser un elegido aprobado de la oligarquía.
Y cualquiera que salga tiene que aceptar la agenda que se le impone, la agenda que le imopione la oligarquía para quienes ellos van a gobernar.
Ningún gobernante del mundo puede gobernar para su pueblo; todos los gobernantes del mundo tienen por obligación que gobernar para la oligarquía de su país o de la que tiene el poder en el mundo mundo.
Los gobernantes de la CELAC son una horda, una piara de títeres del CFR, del Council on Foreign Relations.
Todos esos gobernantes, se tienen que subordinar al CFR. Todos. Ninguno se puede salir de ese redil de sumisión.
Un gobierno tan desprestigiado y delincuencial como el de los Castro Ruz, no puede concitar el respeto de la comunidad internacional.
Pero, si la comunidad internacional mantiene un respeto por un grupo de depravado y de delincuentes comunes como el de la familia Castro Ruz y su grupo, eso indica que ni siquiera esos dirigentes internacionales pueden determinar que es lo que mejor les conviene porque no son capaces de determinar que esa familia es un piara de depravados y de delincuentes.
La sola aclamación de esa familia delincuencial es la descalificación completa de su habilidad y aptitud para dirigir a sus pueblos y da la medida de la amoralidad, depravación, perversión y retorcimiento reinante en las direcciones de todos nuestros países.
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